Domingo 13º Durante el año. Ciclo A. 28 de junio de 2020.
Primera lectura: 2Rey 4,8-11.14-16a | Salmo: Sal 88,2-3.16-19 | Segunda lectura: Rom 6,3-4.8-11 | Evangelio: Mt 10,37-42
Propongo para meditar y orar con el Evangelio de este Domingo tres puntos que sintetizo en tres palabras: CONFLICTO, CRUZ, SEGUIMIENTO.
- CONFLICTO de amores
- Tomar la CRUZ
- El SEGUIMIENTO de Cristo
- CONFLICTO de amores
El título de este primer punto parece tomado de una telenovela: “CONFLICTO de amores”. Pero en realidad expresa lo que la primera parte del Evangelio de hoy pone a nuestra consideración: ¿amor a Dios o a los demás seres humanos? La contraposición que Jesús establece a primera vista pareciera que es excluyente. Sin embargo, el sentido de la misma, va en otra dirección. La Palabra del Señor busca sacudir nuestra vida, hacernos pensar y actuar reordenando nuestra escala de valores: ¿Qué o quién está primero en nuestra existencia? ¿Esto nos genera algún CONFLICTO? La respuesta es clara: Dios y solo Dios. El Señor reclama el primer puesto sí o sí para poder ser un verdadero discípulo de Él. Lo interesante y positivo es descubrir que amando a Dios por sobre todas las cosas no dejamos de amar a los demás seres humanos. El amor a Dios no se contrapone de forma excluyente con el amor “al padre, a la madre, al hijo, a la hija” o a cualquier otro afecto legítimo que podamos tener. Todo lo contrario, el amor a Dios potencia, perfecciona, purifica y engrandece el amor de familia, de pareja y de amistad. Por eso no dejemos a Dios para el tercer o cuarto puesto. Si Él, y solo Él está en el primer lugar, podremos llevar adelante el gran desafío de ordenar todos nuestros amores para gloria de su nombre y para bien nuestro y de nuestros hermanos. Así no habrá CONFLICTOS ni competencias inútiles en nuestro corazón.
¿Qué me provocan las primeras afirmaciones de Jesús en el Evangelio de hoy? ¿Las comprendo bien…? ¿Dejo que el Señor me “desinstale” con estas palabras? ¿Amo al Señor por sobre todas las cosas? ¿Qué antepongo a su amor? ¿Entiendo que el contrapunto amor a Dios y amor a los seres humanos no es excluyente, no genera CONFLICTO? ¿Busco amar en serio a Dios para amar cada día mejor a mis hermanos? ¿Dejo que el Señor purifique mi vivencia de amor al prójimo en la familia, los amigos, la comunidad, el ambiente…?
2. Tomar la CRUZ
Una vez más la Palabra pone en nuestra mente y corazón el misterio de la CRUZ de Cristo. CRUZ de Cristo que se hace dramáticamente presente en nuestra vida: “el que no toma su CRUZ… no es digno de mí”. Tomar la CRUZ implica asumir cada día los pequeños o grandes contratiempos, las dificultades y los sufrimientos que inexorablemente nos depara la vida. Hay CRUCES más intensas y puntuales; otras más difusas y crónicas; las hay más visibles y otras menos perceptibles; algunas llevan el peso de nuestra propia responsabilidad y otras irrumpen en nosotros sin tener nada que ver; algunas tocan nuestro cuerpo, otras nuestro espíritu y otras toda nuestra personalidad. “Tomar la CRUZ” es asumir la CRUZ o las CRUCES que hoy son parte de la vida. En el Evangelio Jesús nunca explica teóricamente ni la CRUZ ni el sentido del sufrimiento. Lo que hace es mirarlos de frente y asumirlos. No los busca, pero tampoco se escapa de ellos. No es ni masoquista ni busca tapar el dolor. Sus discípulos, con la gracia del Maestro en nuestros corazones, tenemos que aprender a tomar la CRUZ asumiendo cada día los pequeños o grandes sufrimientos que tenemos que padecer.
¿Qué implica para mí hoy “tomar la CRUZ”? ¿Tomo mi CRUZ? ¿Cuáles son mis “CRUCES” hoy? ¿Cuáles son aquellas CRUCES que han permanecido a lo largo del tiempo de mi vida? ¿Asumo el dolor y el sufrimiento…? ¿Los acepto…? ¿Soy “masoquista”…? ¿Busco el sufrimiento en sí mismo…? ¿Me escapo de la CRUZ que es parte de mi vida? ¿Busco tapar y esconder el dolor? ¿Vivo anestesiando mis experiencias de sufrimiento?
3. El SEGUIMIENTO de Cristo
Tomar la cruz lleva un complemento inseparable que es el SEGUIMIENTO de Cristo. Existe un riesgo muy grande en la vivencia de la fe cristiana: vivir la cruz sin SEGUIMIENTO del Señor. En Cristo, por Él y en Él se entiende y acepta teologalmente la experiencia de la cruz. La cruz conlleva siempre el plus de la presencia del Señor en su SEGUIMIENTO. La cruz sin Cristo es desesperante, es imposible de llevar. La cruz debe ir acompañada de la presencia del Señor que le da sentido. ¿Qué hizo Jesús con la cruz? Por amor la transformó de ser un instrumento de tortura en herramienta de redención, de salvación, de rescate para la humanidad. Se podría decir que Jesús hizo de su sufrimiento por amor en la cruz algo útil para la humanidad: la salvó. Somos por lo tanto invitados a asociarnos a la única cruz redentora que es la de Cristo, el Hijo de Dios. Que en nuestro SEGUIMIENTO de Cristo podamos unir nuestras pequeñas o grandes cruces a su cruz salvadora y así colaborar místicamente en el rescate de los hermanos. Nuestro sufrimiento cotidiano tiene sentido y puede ser ofrecido si lo vivimos unidos a Cristo en su SEGUIMIENTO.
¿Vivo mi cruz unido a Cristo? ¿Conecto los sufrimientos de mi vida con el SEGUIMIENTO de Cristo? ¿Le presento mis cruces al Señor como ofrenda agradable desde mi pobre humanidad? ¿Logro hacer de mi sufrimiento “algo útil”? ¿Busco asociar mis dolores cotidianos a la pasión del Señor? ¿Ayudo al hermano a que busque lo mismo? ¿Lo hago de manera particular con los enfermos, los que están en crisis o tienen dificultades más serias?
+Mons. Gabriel Mestre
Obispo de Mar del Plata
Argentina
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