Sínodo

18 Ago, 2022

DOMINGO 21º DURANTE EL AÑO. CICLO C 2022

En el Domingo 21º durante el año, el padre Obispo Gabriel nos ofrece tres puntos para reflexionar: 1. ¿CUÁNTOS se van a salvar? 2. El CAMINO de la salvación 3. Dejarnos CORREGIR por el Señor y CORREGIR con misericordia

Domingo 21º Durante el Año Ciclo C – 21 de agosto de 2022
Primera lectura: Is 66,18-21 | Salmo: Sal 116,1-2 | Segunda lectura: Heb 12,5-7.11-13 | Evangelio: Lc 13,22-30

A la luz de la Palabra de Dios de este Domingo propongo tres puntos para orar sintetizados en tres palabras: CUÁNTOS, CAMINO, CORREGIR.

  1. ¿CUÁNTOS se van a salvar?
  2. El CAMINO de la salvación
  3. Dejarnos CORREGIR por el Señor y CORREGIR con misericordia
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  1. ¿CUÁNTOS se van a salvar?

La pregunta de la persona de la primera parte del evangelio refleja una mentalidad extendida en la época de Jesús y también en algunos grupos religiosos de la actualidad: preguntar CUÁNTOS se van a salvar por creer que son pocos los que se salvarán. La realidad es muy diferente. Lo dice con claridad la primera lectura: todos los seres humanos están invitados a la salvación. No hay límite de nación, raza, cultura, época, situación social, condición sexual o de género que pueda limitar la misericordia del Dios que quiere salvar a su misma creatura. El banquete que Dios dará en su Reino está abierto a todos. Jesús no responde a la pregunta sobre la CANTIDAD de los salvados sino al esfuerzo que esto significa y a la universalidad de la llamada. Así desnuda la arrogancia de los que ya se creen salvados por pertenecer a una determinada categoría socio-religiosa y consideran como no llamados a la salvación a aquellos que no pertenecen a la misma.

¿Descubro el llamado universal a la salvación que Dios nos hace? ¿Me siento “invitado”? ¿Invito a otros? ¿Estoy muy preocupado por la CANTIDAD de los que se salvan? ¿O todavía pienso que son pocos los que se salvan y establezco una suerte de “cálculo humano”? ¿Excluyo a alguien de la salvación de Dios? ¿Doy por “perdido” a las personas por situaciones de pecado o alejamiento que podrían llegar a cambiarse? ¿Tengo el corazón cerrado a los que están caídos o son débiles en el camino de fidelidad al Señor?

2. El CAMINO de la salvación

Si bien la invitación de la salvación es para todos, el Evangelio deja en claro que se necesita la respuesta afirmativa del ser humano. Y esa respuesta se describe en clave positiva con esto de “entrar por la puerta estrecha”; en negativo aparece en la parábola con esto de “apártense de mí todos los que hacen el mal”. No alcanza con haber “comido y bebido” con el Señor. Hace falta un compromiso de apertura de corazón a Dios para dejarse nutrir con su gracia y responder así con los valores del Evangelio en todos los ámbitos de la vida. La salvación no está asegurada por haber “comido y bebido” con el Señor, ni por haber escuchado atentos pero sin cumplir su enseñanza. La salvación está asegurada por ser auténtico discípulo: comer y beber con Él, escuchar su enseñanza pero cumpliéndola en la vida, entrando por la puerta estrecha y apartándose de toda maldad: ese el CAMINO de la salvación. Jesús no quiere engañar a nadie. Dios quiere salvarnos, pero con la condición que le demos una respuesta clara de fe y de vida auténtica, un CAMINO coherente en medio de la fragilidad humana. Jesús no da recetas fáciles para salvarse. Nos habla de la puerta estrecha. Esto invita a la responsabilidad y a la seriedad en el propio CAMINO de salvación.

¿Acepto que el llamado universal a la salvación reclama una respuesta de mi parte? ¿Cuál es mi respuesta? ¿Solo me quedo contento porque hago alguna oración y voy a Misa…? ¿O busco realmente hacer un CAMINO de vida coherente con el Evangelio? ¿Qué implica para mí hoy “entrar por la puerta estrecha”? ¿En qué situaciones deberé apartarme decididamente del CAMINO del mal? ¿Busco con seriedad el CAMINO de la salvación? ¿Intento ser responsable con el llamado a la eternidad que el Señor me hace?

3. Dejarnos CORREGIR por el Señor y CORREGIR con misericordia

En los pocos versículos que nos presenta la segunda lectura aparece cinco veces la raíz CORREGIR-CORRECCIÓN. Aplicado a Dios con respecto a los seres humanos y acompañado por otras palabras que refuerzan la idea: reprender y castigo. ¿Cómo se entiende? Hoy en día las palabras CORRECCIÓN y reprender, y, sobre todo castigo, son muy poco populares y se han eliminado de las mayoría de los esquemas educativos sistemáticos o caseros. Pero esto no debe ser así. La CORRECCIÓN, el reprender e incluso el castigo, bien entendido, son categorías bíblicas que debemos recuperar como hoy nos enseña la Palabra. Evidentemente que hay que quitar de entrada cualquier mala comprensión de estos términos que lleven a justificar el abuso y la violencia en sus diversas formas (física, psicológica, moral, sexual…), el maltrato, el desprecio o la minusvaloración de personas o grupos. Nunca jamás se puede aceptar esto. Pero sí, la CORRECCIÓN del Señor. Dios nos CORRIGE porque nos ama. Quiere que transitemos por la verdad y el bien, cuando nos apartamos nos reprende para que volvamos al camino. Es verdad que nos cuesta, nos disgusta la CORRECCIÓN… pero a la larga nos hace bien, mucho bien. Dios nos CORRIGE no para maltratarnos y humillarnos sino para rescatarnos y salvarnos. Para que crezcamos como verdaderos discípulos suyos. Dios CORRIGE y reprende con misericordia. Aceptemos de buena gana la CORRECCIÓN del Señor y aprendamos de Él a CORREGIRNOS los unos a los otros con verdadera actitud de misericordia. CORREGIR en la familia, en el grupo, en el ambiente con compasión, para rescatar al hermano. No para despreciarlo y humillarlo sino para que vuelva al camino del Evangelio.

¿Me dejo CORREGIR por el Señor? ¿En qué situaciones, en qué circunstancias…? ¿Cómo me “afecta” la CORRECCIÓN del Señor? ¿Tengo miedo usar las palabras CORRECCIÓN y reprender?; ¿las entiendo bien? ¿Tengo responsabilidad educativa sobre otras personas? ¿Tengo que CORREGIRLAS…? ¿Cómo lo hago…? ¿Qué surge de mi corazón…? ¿Deseos de venganza, desprecio… o búsqueda de ayuda, rescate, sincero cambio de vida del que está equivocado…?

+Mons. Gabriel Mestre
Obispo de Mar del Plata
Argentina

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