Institucional
Capilla Santa Cecilia
Un pasado fuera de serie, un presente pujante y un porvenir abierto a las más nobles perspectivas, dan carácter singular a la fisonomía de Mar del Plata, que ha sabido recoger del avance de los tiempos modernos lo que fuerza sus potencias naturales, sin desfigurar su propia personalidad.
Don Patricio Peralta Ramos, fundador de Mar del Plata, que en el año 1860 adquirió de don José Coelho de Meyrelles tres estancias denominadas LAGUNA DE LOS PADRES, SAN JULIAN DE VIVORATA y ARMONIA, con un total de 136.422 hectáreas, en las que se hallaba comprendida la extensión destinada a la fundación de nuestra ciudad, dispuso la erección de una Capilla en la parte superior de la primitivamente denominada «Sierra de la Chacra». Ese templo, inaugurado en 1873 fue puesto bajo la advocación de la Virgen y Mártir SANTA CECILIA, por llamarse Cecilia la esposa de don Patricio Peralta Ramos.
La construcción estuvo a cargo de Don Francisco Beltrami, posiblemente el primer profesional del ramo que actuó entonces, quien también levató en 1890 la Casa Municipal, durante la administración del primer Intendente del Partido, don Fortunato de la Plaza.
Este templo fue verdadera «piedra fundamental» de Mar del Plata, como sostuvo con todo acierto Monseñor Dr. Juan Martín Zabala en ocasión de celebrarse las Bodas de Oro del Instituto Santa Cecilia, establecimiento educacional de verdadera gravitación en la cultura marplatense a cargo de las Hermanas de Nuestra Señora del Huerto, anexo a la Capilla fundadora.
No puede ponerse en duda que ese templo presidió el proceso de crecimiento de Mar del Plata, pues el Agrimensor don Carlos de Chapeaurouge que trazó los planos del pueblo, fijó el rumbo de las calles partiendo de frente a esa capilla, la construcción más importante del pueblo naciente.
En su presentación al Gobernador de la provincia don Mariano Acosta de fecha 14 de noviembre de 1873, el fundador de la ciudad don Patricio Peralta Ramos decía: «Este punto llamado a tan grande desenvolvimiento, es ya un pueblo: hay en él un gran Saladero, cuyo costo primario fue de cuatro millones de pesos monedo corriente; hay un muelle de fierro que costó 30.000 duros; hay un molino de agua que puede elaborar harina suficiente para las necesidades de la localidad; HAY UNA IGLESIA DE PIEDRA Y CAL CON TODO CUANTO ES REQUERIDO, QUE PUEDE CONTENER 400 PERSONAS, ERIGIDA RECIENTEMENTE EN PARROQUIA PROVISORIA Y ESTA ALLI EL SACERDOTE QUE DEBE REGENTEARLA.
Caminito de tierra desdibujado, serpenteando entre las rocas, permitía llegar hasta la Capilla. Los fieles purificaban sus almas en comunión con el cielo antes de penetrar en el templo cuya campana repiqueteaba alegremente en las festividades religiosas y patrias y hasta un cañoncito, extraído de los restos del barco Alice, de Gran Bretaña, que se hundió frente a Punta Iglesia, permitía realizar disparos que entonces eran nuncio de fiesta.
Desde el instante que se inaugura la Capilla SANTA CECILIA, se hilvana la historia de Mar del Plata; historia de piedra, de trabajo, de peligros, de realizaciones, con participación activa de corrientes inmigratorias, todo lo que se traduce hoy en Mar del Plata, capital del turismo argentino.
El 22 de noviembre de cada año se celebra jubilosamente el Día de la Patrona de Mar del Plata, SANTA CECILIA, patronato establecido en 1896 por el Arzobispado, y ratificado en 1897 por las autoridades locales.
Ayer, en los comienzos, las inmediaciones de la Capilla Santa Cecilia se estacionaban los carruajes utilizados por las familias para su traslado a alguna distancia. Eran algo así como el eslabón intermedio entre las diligencias y los primeros automóviles. Allí, frente al primitivo templo, constituían algo así como una demostración de fe de sus propietarios, recias figuras del pueblo.
Hoy Mar del Plata se ha incorporado de lleno al ritmo de los tiempos sin renegar de lo antiguo. Por eso, mientras como una voz que nos llega desde el remoto pasado de nuestros abuelos la Cúpula de Santa Cecilia nos habla el viejo idioma con la lengua de bronce de su campana y en ese mismo idioma nos llama al recogimiento su toque de oración, el tránsito ruidoso de la avenida Luro, de la calle San Martín y otras cercanas arterias atruena el espacio con el estrépito nervioso de su vida moderna, mientras asciende, en el aire ligero hasta la proximidad de las nubes, el atrevimiento de los rascacielos.
Por decreto N° 793/71 del P.E. de la Nación, se declara Monumento Histórico Nacional a la Capilla Santa Cecilia.