4° Carta Pastoral 2021

“¡Este es el tiempo favorable!” (2Co 6,2a)

Tiempo propicio para celebrar el Domingo, fortalecer la esperanza y motivar la renovación

Cuarta Carta Pastoral del obispo diocesano Domingo 26 de septiembre de 2021


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Queridas hermanas y hermanos:

En diálogo con nuestro obispo auxiliar, monseñor Darío Quintana, con el Consejo Presbiteral y con miembros de nuestras comunidades eclesiales, voy recogiendo el anhelo profundo de este tiempo particular de nuestra historia que reclama realmente la audacia del Espíritu. Para los que tenemos fe todo tiempo es tiempo de Dios. Por eso podemos decir con San Pablo: “¡Este es el tiempo favorable!” (2Co 6,2a). Aquí, donde la Palabra traduce “tiempo favorable”, está la palabra griega kairós que traducimos como “tiempo favorable”, “tiempo propicio”, “tiempo aceptable”. El kairós es mucho más que el tiempo cronológico en cuanto sucesión de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años… El kairós es tiempo de Dios, tiempo de gracia, tiempo positivo y tiempo de salvación. El kairós es más que durar y transcurrir, el kairós es honrar la vida. El kairós es un verdadero tiempo de Dios que se abre ante nuestra existencia hoy y siempre. El kairós nos invita a seguir andando con la audacia del Espíritu.

Dentro del kairós no falta ni la prueba ni la dificultad; tampoco está ausente el desconcierto y la incertidumbre; en el kairós está también la cruz y el sufrimiento. Lo visualizamos en muchas situaciones de dolor a lo largo de la vida y de la historia en rostros bien concretos. Lo hemos experimentado de modo particular en el tiempo de pandemia en esta primera fase a lo largo de 18 meses, desde el 20 de marzo de 2020:

¡Más de 550 días!

Todavía seguimos en pandemia, pero ingresamos en una suerte de segunda fase, con más apertura y muchas más actividades habilitadas. Vamos transitando hacia lo que se ha denominado la nueva normalidad. Hemos aprendido que la tecnología, los medios de comunicación y las redes han sido excelentes instrumentos para relacionarnos y sostener los vínculos. Sabemos que no existe oposición entre lo digital y lo presencial: hay fecunda complementariedad. Sin embargo, también hemos experimentado que lo presencial es insustituible. Por eso, en esta segunda fase de la pandemia, sin descuidar los protocolos sanitarios que nos indiquen las autoridades, los invito a transitar como kairós el paso sucesivo a lo presencial en la vivencia, transmisión y compromiso de nuestra fe, a ir retomando con renovado entusiasmo la participación activa en la vida de nuestras comunidades, que tienen como centro la Misa dominical y como consecuencia directa, todos las demás actividades cultuales, evangelizadoras, catequísticas y de caridad.

Como padre, hermano y amigo, llamado por Dios a custodiar la fe en ustedes, me permito orientar este paso sucesivo a lo presencial, a la luz de tres breves puntos sintetizados en tres palabras: DOMINGO, ESPERANZA, RENOVACIÓN. Estos tres puntos son una invitación a todos, pero de manera particular, a laicos, consagrados y ministros ordenados que tienen la misión de animar la vida de la Iglesia en cada grupo, comunidad, movimiento, espacio o servicio pastoral.

¡Animemos juntos este “tiempo propicio” para celebrar el DOMINGO, fortalecer la ESPERANZA y motivar la RENOVACIÓN!

  1. DOMINGO: Día del Señor
  2. ESPERANZA: virtud de nuestro tiempo
  3. RENOVACIÓN: actitud ante la vida

1. DOMINGO: Día del Señor

La Iglesia en su catequesis nos ha enseñado siempre que el DOMINGO es el Día del Señor, es la Pascua de la semana. En este día celebramos que Jesús ha muerto y resucitado para darnos vida como contemplamos en los relatos pascuales del Señor (cf. Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Lc 24,1-12; Jn 20,1-9). En cada Misa, que es sacrificio y banquete, el Señor se entrega para salvarnos. La resurrección del Señor, el DOMINGO de Pascua, se hace presente en la celebración de cada DOMINGO como el centro de nuestra semana. Por eso, nuestra fe cristiana católica, siempre nos recuerda que la Eucaristía es fuente y culmen de la vida de la Iglesia. Es el Sacramento del amor y de la vida. Todas las actividades y servicios de los discípulos misioneros del Señor parten y tienden a la Eucaristía. Desde el encuentro con el Señor y la comunidad en la Misa DOMINICAL, se nutre y fortalece la evangelización, la catequesis y la caridad en el servicio a todos los hermanos, especialmente a los más necesitados, pobres, enfermos, débiles y sufrientes.

Fortalecidos por el regalo enorme de la Eucaristía, como presencia real del Señor Resucitado que se celebra con la comunidad eclesial cada DOMINGO, tenemos que motivar la participación activa de todos los fieles en esta segunda fase de la pandemia. Más allá del precepto y del mandamiento de la Iglesia, que siempre conservan su valor, debemos transmitir a todos, la belleza y la centralidad de la Misa de cada DOMINGO. Somos invitados a revitalizar más que nunca la centralidad de la celebración del Día del Señor, del DOMINGO, buscando en cada una de nuestras comunidades los caminos posibles para que sea realmente el encuentro profundo y vital con Dios y con las personas. Recordemos que, ante la falta de presbíteros para presidir la Eucaristía, la Iglesia recomienda siempre convocar a asambleas DOMINICALES sin sacerdote.

Redescubramos hoy y siempre con gozo que cada Misa DOMINICAL es un verdadero kairós, “tiempo favorable”, tiempo de Dios y la comunidad; en cada Eucaristía volvemos a empezar. Que todos podamos volver con alegría y entusiasmo a la participación profunda de la Eucaristía, donde Cristo es celebrado, adorado y comulgado en su presencia real cada DOMINGO. Por estos motivos, a partir de ahora, en esta segunda fase, se retoma en la Diócesis de Mar del Plata, la vigencia del precepto dominical, manteniéndose las condiciones habituales que nos enseña la Iglesia. Además, cuidando los protocolos vigentes, los fieles podrán recibir la Eucaristía en las diversas formas que establece la misma Iglesia.

¡Que en cada comunidad podamos volver a entonar juntos: En el nombre de Dios vamos a celebrar el misterio de la salvación…! ¡Que podamos cantar como verdaderos hermanos: Celebraremos contigo Señor, una fiesta de nueva alianza… y Renace el día, surge la luz, cantemos, hermanos, un himno a Jesús…! ¡Que se escuche en nuestros templos: Este es el Día del Señor, este es el tiempo de la misericordia…! ¡Que el salmo vibre en cada comunidad cuando digamos: Este es el Día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo, den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia, aleluya, aleluya…! ¡Que sepamos compartir el bello himno y alabar a Dios: concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día…!

2. ESPERANZA: virtud de nuestro tiempo

En el “tiempo favorable”, en el kairós, Dios siempre está presente. Y si Dios está presente la ESPERANZA es posible: en Él ponemos nuestra

ESPERANZA (cf. Sal 42,11-12). En medio de la pandemia, que nos ha traspasado y que ha tocado de manera dolorosa los aspectos más sagrados de nuestra vida, los discípulos de Jesús somos animados por el Espíritu a ser profetas de ESPERANZA (cf. Rom 15,13). La ESPERANZA es la virtud que nos mantiene en pie porque siempre descubre la presencia de Dios al final y a lo largo de la vida y, por eso nos da ánimo para continuar el camino (cf. Rom 5,1-5). La esperanza nos invita a descubrir que todo contribuye para el bien de los que aman a Dios. La celebración de la Eucaristía dominical, como centro de nuestra semana, se transforma también en sacramento de la ESPERANZA en cuanto que somos alimentados por el mismo Señor para vivir en ESPERANZA y ser testigos de ESPERANZA. ¡Cuánto ha reflexionado y nos ha hablado de la ESPERANZA nuestro segundo obispo, el Siervo de Dios cardenal Eduardo Pironio! Tenemos que volver una y mil veces a sus escritos para dejarnos interpelar por sus palabras de ESPERANZA que hoy siguen teniendo total vigencia. Recordemos con unción su lema episcopal tomado de Col 1,27: “Cristo entre ustedes, la ESPERANZA de la gloria”.

Este tiempo que juntos transitamos es un verdadero kairós de ESPERANZA. Por eso, con la gracia de Dios, debemos ayudar a todas las personas y familias a integrar las dificultades de la vida desde la ESPERANZA. La ESPERANZA será la virtud teologal que nos permitirá gestionar esta segunda etapa de la pandemia: gestionar nuestros miedos e incertidumbres, gestionar nuestras pérdidas y sufrimientos, gestionar nuestros desafíos y nuestro futuro. En medio de la incertidumbre de nuestro tiempo, ayudemos a todas las personas a levantar los brazos hacia Dios en oración y ponerse en camino: hay que seguir andando con ESPERANZA.

¡Que podamos gestionar nuestro futuro en clave de ESPERANZA y así cantemos en nuestras comunidades: Signo de esperanza, causa de alegría, con Santa María y un Jesús Pascual…! ¡Que entonemos a Cristo, juntos y a viva voz: Vos sos la vida, vos sos la paz, vos sos nuestra ESPERANZA… y también una ESPERANZA nos llena de alegría, presencia que el Señor prometió… !

¡Que con corazón misionero digamos: Si el mundo se ve apagado y se siente abandonado, es porque allí en el fondo reclama la ESPERANZA en Jesús resucitado, que nos viene a cobijar para volver a empezar…! ¡Pidámosle con confianza a María, nuestra madre: Virgen de la ESPERANZA, en nuestra marcha danos tu luz…! ¡Que con orgullo proclamemos: sólo vivo si pongo mi ESPERANZA en lo alto… porque somos partidarios de la vida y llevamos en el pecho la ESPERANZA…!

3. RENOVACIÓN: actitud ante la vida

La Palabra nos recuerda que Dios hace nuevas todas las cosas (cf. Is 43,16-21; Ap 21,5). Este es el verdadero fundamento de la RENOVACIÓN en la vida de la Iglesia. La RENOVACIÓN no se basa en una moda, no es un cambio superficial, no es un poco de maquillaje a la realidad. La RENOVACIÓN auténtica tiene su raíz en Dios. Todo momento de crisis, y la pandemia lo es y lo seguirá siendo, es un “tiempo propicio”, un kairós como oportunidad para la RENOVACIÓN de nuestra vida para bien según lo que Dios nos inspira (cf. Rom 12,2; Ef 4,23). La pandemia vino para sacarnos de los pilotos automáticos de la vida eclesial, para abrirnos y desafiarnos a nuevos modos y nuevas formas de instaurar el Reino de Dios. La palabra RENOVACIÓN con su prefijo re, nos conecta con otras palabras de la espiritualidad bíblica y de la vida en general que son parte del mismo universo semántico y es fecundo acordarse para conectar con la vida: redención, rescate, renacer, rememorar, recordar, recomenzar, retorno, resonar, reparación, reconstrucción, restablecimiento, recuperación, reintegración… ¡Cuánto para orar, pensar, discernir y obrar según lo que el Padre suscite en nuestros corazones!

El Pueblo de Dios en la primera alianza, en el siglo VI a.C., experimentó el destierro y el exilio como un momento de gran crisis humana y espiritual, personal y comunitaria. Sin embargo, en medio de esas crisis, el Pueblo fue capaz de madurar y RENOVARSE según el proyecto de Dios. ¡Tenemos que aprender del Pueblo de Dios y sacar verdadero provecho de nuestras dificultades y problemas RENOVÁNDONOS hoy a la luz de su Palabra! Renovarse es volver a empezar poniendo a Dios como principio y fundamento de nuestra vida.

Pensaba en tres categorías que pueden ayudarnos en este kairós de la RENOVACIÓN: la conversión, la apertura y la creatividad.

  1. En primer lugar la conversión, que siempre es personal, también conversión pastoral y comunitaria. Conversión personal que mira a Dios que RENUEVA el corazón de cada persona en lo que tiene que cambiar en este momento. Conversión pastoral y comunitaria que invita a RENOVAR, en lo que sea necesario, todas nuestras estructuras eclesiales, para que sean profundamente evangelizadoras y misioneras.

    Tenemos que superar el “siempre se hizo así”, con las consecuentes nostalgias de las supuestas o reales glorias del pasado, para RENOVARNOS según el Espíritu. Recordemos una vez más que las temáticas de nuestro primer sínodo diocesano, que han brotado de la voz del Pueblo de Dios en nuestras diversas asambleas eclesiales, son evangelización RENOVADA y catequesis RENOVADA. ¡Convirtamos nuestros corazones a Dios en lo cotidiano de nuestra vida!
  1. En segundo lugar, la apertura de nuestros corazones y comunidades para recibir a los hermanos; a los que dejaron de venir por los comprensibles temores de la pandemia, y a los nuevos hermanos que el Espíritu va acercando. La RENOVACIÓN implica abrir las puertas de nuestros corazones y de nuestros espacios físicos en los templos y demás dependencias eclesiales, para invitar a la vivencia, transmisión y compromiso de la fe. La actitud de apertura es una de las características esenciales de la evangelización en la Escritura y en los grandes momentos de la historia de la Iglesia. La apertura nos permite acoger a las personas heridas por el camino de la vida, a recibir la vida como viene. Las comunidades RENOVADAS con actitud de apertura son verdaderos hospitales de campaña dispuestos siempre a cuidar y sanar. Si nos abrimos superamos la tentación de ser iglesia aduanera, que está siempre obsesionada por el control y no por el anuncio del Evangelio.

    ¡Abrámonos siempre a Dios y al hermano!
  1. En tercer lugar, la creatividad, que nos invita buscar los mejores caminos para llegar con el Evangelio a cada persona en su propio contexto. Ante los profundos cambios culturales y epocales nos vemos desafiados a estrujar nuestras mentes y corazones para hacer accesible el misterio de Cristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Heb 13,8), a la sensibilidad cultural de nuestra época, particularmente a niñas, niños, adolescentes y jóvenes. El Evangelio no cambia pero necesita sí o sí ser inculturado RENOVANDO los formatos de presentación para que sea realmente comprensible a las personas de nuestro tiempo. ¡Seamos creativos para anunciar el Evangelio!

    ¡Que más allá de nuestras edades cronológicas, todos podamos decir con alma misionera: Señor, toma mi vida nueva… y déjame nacer de NUEVO, oh, Señor…! ¡Que entonemos decididos en toda la Diócesis: Celebraremos contigo, Señor; RENUEVA nuestra esperanza… porque somos un NUEVO pueblo soñando un mundo distinto…! ¡Recordemos cantando que el Espíritu nos da fuerzas para andar, RENOVADOS en tu amor… y que por su unción entre nosotros se irá escribiendo, la historia cierta del NUEVO reino…! ¡En el camino de la RENOVACIÓN sabemos que un mandamiento NUEVO nos da el Señor y por eso podemos decir que un NUEVO sol se levanta, sobre la NUEVA civilización que nace hoy…!

Para concluir…

Para sellar estas simples reflexiones, sumo a los tres puntitos, Domingo, esperanza y renovación, un verbo: soñar. Un verbo de profunda raigambre bíblica y muy utilizado por el querido Papa Francisco. Un verbo que nos conecta con la vida y el modelo de obediencia de San José. Este es un “tiempo favorable”, un kairós propicio para soñar con los sueños de Dios para la humanidad. Es tiempo de audacia del Espíritu para concretar nuestros sueños nutriéndonos de Cristo muerto y resucitado en la Eucaristía, en el Domingo, en el Día del Señor, y así fortalecer nuestra esperanza y motivar, según los designios divinos, la tan necesaria renovación. En este “tiempo propicio”, nos seguimos cuidando, porque estamos en una segunda fase de la pandemia, y en este tiempo desafiante soñamos y concretamos ser una Iglesia Sinodal. Preparándonos para la celebración de nuestro Primer Sínodo Diocesano seguimos soñando y cultivando la escucha, el diálogo y el discernimiento para ser fiel a nuestro kairós según la voluntad del Padre Eterno.

¡Que sepamos ser comunidades renovadas, que por la audacia del Espíritu, recibiendo la fuerza de Dios en el Domingo celebrado en comunidad y alimentados por la Eucaristía, seamos fieles testigos de esperanza!

El Dios Uno y Trino, el Dios de la vida y de la paz, Él es nuestra roca y nuestro refugio seguro (cf. Sal 18,2; 31,3; 2Sam 22,3), sólo en Él confiamos y en Él ponemos nuestra esperanza. Desde Dios, nos dejamos acompañar y acariciar por la intercesión poderosa de la Bienaventurada Virgen María, de San José y de Santa Cecilia.

Con mi afecto y bendición de padre, hermano y amigo.

+Mons. Gabriel Mestre Obispo de Mar del Plata Argentina