El Papa los define cariñosamente como «un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras». Dice que son «un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo».
Por Ana Vulcano

Acabamos de celebrar la Pascua en medio de una situación de pandemia viral que acecha la vida de nuestros pueblos, de cada uno de nosotros.  Ambas realidades le permitieron al Papa Francisco escribir una tierna y comprometida carta a las personas pertenecientes a los movimientos y organizaciones populares.

La prensa en general se hizo eco de esta carta. Titularon y comentaron un aspecto de la misma que llamó la atención: el pedido del Papa “salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan” para rematar, “ningún trabajador sin derechos”

Por el peso de la frase, resulta insoslayable su tratamiento, opinión, conveniencia o inoportunidad; sin embargo, resaltar sólo este aspecto de la carta produce una tremenda injusticia con la misma reduciendo u olvidando la belleza y compromiso del conjunto. Por eso mismo invitamos a su lectura completa.

Es la carta de un Padre-Madre que conoce hasta el fondo a sus hijos e hijas, se preocupa por ellos/as, los cuida y les propone nuevos caminos de protagonismo. Está planteada como un diálogo que recuerda y recupera diálogos anteriores donde se elenca un sinfín de sufrientes, a quienes los movimientos y organizaciones sostienen como de un hilito en la vida. También merece reconocerse el acabado conocimiento que tiene el Papa sobre el mapa del dolor.

La carta se va deslizando con un vocabulario rico y popular. Mencionamos algún ejemplo nomás, poetas sociales, creadores de soluciones dignas, mastican bronca, se arremangan, dos cebollas y un paquete de arroz, para llegar al climax, donde Francisco les propone al salir de “esta tormenta” pensando juntos un proyecto de desarrollo humano con los pueblos como protagonistas.

Les dice “nuestra civilización necesita cambiar, ustedes son constructores indispensables de ese cambio impostergable”. ¿Porqué? nos preguntaríamos. Y el Papa responde que para “pensar en el después, tienen la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio”.

Y si pensamos que con esto ya les dijo todo, releamos estas palabras, ustedes: me ayudan, me cuestionan, me enseñan mucho.

Vale la pena leerla

La Dra Ana Vulcano es Coordinadora de la Mesa de Diálogo por la Dignidad de las Periferias.