Sacerdotes y diáconos de la diócesis de Mar del Plata celebraron junto al obispo, monseñor Ernesto Giobando sj., su jubileo en el marco del Año Santo convocado por el papa Francisco. La jornada se desarrolló el pasado lunes 17 en la Iglesia Catedral y comenzó con una charla en la que el padre Ariel Sueiro, próximo a cumplir sus bodas de plata sacerdotales, compartió su reflexión.
Seguidamente se dirigieron al templo, donde junto a los fieles que se hicieron presentes, rezaron las Vísperas y participaron de un momento de adoración al Santísimo Sacramento. A continuación se celebró la Santa Misa en la que renovaron su acción de gracias a Dios por el don de la vocación y se elevó una plegaria por todo el clero de la diócesis.
“Somos una obra de la infinita misericordia del Señor, llamados desde distintas situaciones existenciales por el mismo Señor Jesús que nos invita a seguirlo” comenzó diciendo monseñor Giobando, quien continuó “sabemos y experimentamos cada día que sin su gracia no podemos realizar esta misión: ser otros “cristos”, es decir ungidos, en el mundo y en la cultura actual. Cada gesto, cada palabra, cada relación interpersonal y comunitaria debería manifestar la presencia del Señor, allí donde estamos misionados por la Providencia de Dios.”
Dirigiéndose al clero, les agradeció “por la inmensa tarea que realizan en la diócesis, muchos de ustedes a cargo de varias comunidades, recorriendo caminos, calles, pasillos, para llevar la Buena Noticia, muchas gracias por sus vidas” y comentando las lecturas destacó que “nos invitan a pedir perdón y a confiar en la misericordia divina. Y porque somos perdonados también tenemos que ser misericordiosos con los demás.” “El profeta Daniel, en el exilio, hace su confesión a Dios en nombre propio y de todo el pueblo de Israel, pidiendo perdón por la rebeldía a Dios, por no haber escuchado su voz: ‘A nosotros Señor la vergüenza reflejada en el rostro’”, relató.
Y afirmó “como diáconos, sacerdotes, y también como obispo, pedimos perdón. El perdón es una de las gracias del Año Jubilar. Pedimos perdón e indulgencia por no ser mejores testigos de Jesús y de su Evangelio. Perdón por los escándalos y las ausencias que hacen sufrir al Santo Pueblo de Dios. Perdón también por nuestros silencios ante tantas injusticias. Y confiamos en la misericordia divina, “Dios no se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”, nos repite Francisco. Esa misericordia que se refleja en el Corazón de Jesús, del cual los sacerdotes debemos ser testigos: “El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús”, nos recuerda el Santo Cura de Ars.”
“Pedimos la gracia en este Jubileo del Clero que el Espíritu Santo nos amplíe la medida de nuestro regazo, podemos decir de nuestra túnica ministerial, para que, sobre ella, sobre nuestra frente y corazón, sobre nuestras manos consagradas, se derramen los dones del ministerio sacerdotal y diaconal. Y que esa “medida apretada, sacudida y desbordante” que se nos regala, la empleemos sobre los demás, sin críticas destructivas ni comentarios descalificatorios, sin huidas dejando al rebaño a merced de los lobos. Tenemos que aprender una y otra vez el lenguaje de la compasión, de la escucha, del silencio, de la cercanía. Que haya más lugar para el perdón y la misericordia, seremos así testigos de la esperanza”, afirmó.





