El pasado lunes 8 de septiembre, festividad de la Natividad de la Virgen María y Día de la Vida Consagrada en Argentina, se celebró en la Catedral de Mar del Plata el Jubileo de los consagrados, presidido por el obispo diocesano, monseñor Ernesto Giobando sj. La ocasión reunió a religiosas, religiosos y consagrados de distintos carismas para dar gracias por su vocación y renovar su compromiso al servicio de la Iglesia y del prójimo.

En su homilía, monseñor Giobando invitó a la comunidad a vivir este día como un verdadero momento de alabanza, recordando cómo, al conocer un nacimiento, “lo primero que nos viene es agradecer. Toda vida es una bendición”. Señaló la importancia de María en la historia de la salvación, destacando que “esa bendición de María es también como un preludio de las bendiciones que vamos a recibir a lo largo de nuestro camino de fe” y que su sí al ángel, pese a la dificultad, marcó el inicio de un proyecto de Dios acompañado por José: “el sí de María va acompañado por el sí de José. Para lograr el proyecto de Dios, nosotros tenemos que dar nuestro sí, nuestro consentimiento, dejemos obrar a Dios”.

El obispo recordó que celebrar la vida consagrada es celebrar la vocación recibida, una iniciativa de Dios que requiere también un sí personal, “desde el primer sí hasta el que dimos hoy y el que daremos mañana, a veces en circunstancias complejas. Esa prueba no es algo que Dios se entretiene, sino es una cruz que nos comparte, es una exigencia de nuestra consagración, es la puerta estrecha”. Resaltó que los consagrados son llamados a ser “signos de la novedad del Evangelio, capaces de engendrar y hacer nacer algo nuevo”, llevando alegría y esperanza a la Iglesia y fomentando la fidelidad al Evangelio en su vida diaria.

Finalmente, invitó a todos a seguir la invitación de la liturgia y “cantar con todo el corazón y con toda nuestra mente las glorias de Cristo en esta sagrada festividad de María, la excelsa Madre de Dios, cuya existencia gloriosa ilumina a toda la Iglesia”. Monseñor Giobando recordó que este Jubileo de la Vida Consagrada es una oportunidad para renovar la fidelidad a la vocación recibida, ofrecer un testimonio de fe y servicio en el mundo actual y reforzar que la vida consagrada está llamada a ser un signo de esperanza y alegría para toda la comunidad.