En una concurrida Misa un fraile de la Orden de Agustinos Recoletos dio el paso definitivo en su consagración al realizar la Profesión Solemne. Se trata de fray Marcelo Bragatto, quien dio este paso acompañado de la comunidad de esa Orden y de la parroquia Nuestra Señora de Fátima.

La Misa fue presidida por el obispo diocesano, monseñor Ernesto Giobando SJ., y concelebrada por frailes agustinos recoletos Daniel Medina, Vicario de la Provincia Santo Tomás de Villanueva; y Patricio Pamo, Párroco de Nuestra Señora de Fátima. Tambien concelebró fray José Maria Posse OP, Prior del Convento San Martín de Porres, entre otros sacerdotes que viajaron especialmente para la ocasión.

En la homilía pronunciada por fray Medina, el Vicario Provincial abordó la cuestión de la vocación como el llamado que sigue haciendo Dios a seguirlo para encontrar una felicidad plena que solo se encuentra en la Persona de Jesús. Destacó que diálogo requiere una respuesta de fe, llena de confianza capaz de renunciar incluso a bienes lícitos porque “solo Jesús puede decirnos que ‘quien beba del agua que Yo le daré, jamás tendrá sed’”.

Antes de finalizar la Misa, Marcelo, nuevo miembro de la familia religiosa, agradeció a su familia, formadores, connovicios y personas que a lo largo de su periodo de discernimiento participaron de algún modo en la decisión de dar un sí definitivo a la configuración con Jesús, casto, pobre y obediente. Además, el joven consagrado meditó sobre el lema de su profesión tomado de una cita de San Agustín: “no busca nada de nosotros pero nos busca aun cuando nosotros no le buscábamos a Él”.

Finalizada la liturgia en la cual se celebró la elección de la vida religiosa mediante los consejos evangélicos, testimonio de entrega total a Cristo, monseñor Giobando se dirigió a Bragatto y también al resto de los religiosos y laicos que participaron de la celebración y aseveró que “Los consagrados no somos superhombres sino personas que queremos ser amigos de Jesús, estar cerca de Él, como también lo fueron los fundadores de las órdenes a las cuales cada uno pertenece”.

Toda la comunidad vivió con gran alegría la consagración a Jesús en el carisma agustiniano, para vivir el amor a Dios sin condiciones.