Sínodo

21 Jul, 2022

DOMINGO 17º DURANTE EL AÑO. CICLO C 2022

En el Domingo 17º durante el año, el padre Obispo Gabriel nos ofrece tres puntos para reflexionar: 1. Señor, ENSÉÑANOS a orar 2. Insistencia, perseverancia, fidelidad al TIEMPO de oración 3. ¿Dios siempre ESCUCHA nuestra oración…?

Domingo 17º Durante el Año Ciclo C – 24 de julio de 2022
Primera lectura: Gén 18,20-21.23-32 | Salmo: Sal 137,1-3.6-7a.7c-8| Segunda lectura: Col 2,12-14 | Evangelio: Lc 11,1-13

El texto evangélico de este Domingo tiene tres partes. La primera parte es la oración al Padre que Jesús enseña con su respectiva introducción. Este texto lo transmiten Mt y Lc. Mt lo hace de forma más larga y ha sido el que ha influido con más claridad en la formulación de la oración del Padrenuestro. La segunda parte es la parábola del amigo insistente que solo Lc la transmite. La tercera parte es la invitación al pidan, busquen y llamen que también comparten Mt y Lc. Es obvio que el tema dominante es el de la oración. A la luz de la Palabra de este Domingo propongo tres puntos para reflexionar sintetizados en tres palabras: ENSÉÑANOS, TIEMPO, ESCUCHA.

  1. Señor, ENSÉÑANOS a orar
  2. Insistencia, perseverancia, fidelidad al TIEMPO de oración
  3. ¿Dios siempre ESCUCHA nuestra oración…?
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  1. Señor, ENSÉÑANOS a orar

Los discípulos ven orar a Jesús y uno de ellos le pide que les ENSEÑE. Les impacta positivamente que el Maestro busque el encuentro constante con el Padre eterno. Qué hermosa petición a la que todos nos debemos sumar: Señor, ENSÉÑANOS a orar. Incluso aquellos que ya llevamos muchos años en el camino de la fe siempre debemos pedir al Señor que nos ENSEÑE a orar. ¿Por qué? Porque muchas veces se ora mal o de forma parcial o de manera limitada. La oración es santa porque está presente Dios, pero también es limitada e imperfecta porque interviene el ser humano. ¿Se puede orar mal? Sí, por eso a lo largo de nuestra vida tenemos que pedirle al Maestro que nos ENSEÑE a orar. San Pablo lo dice con claridad cuando nos invita a recurrir al Espíritu en medio de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido (cf. Rom 8,26).

¿Me imagino a Jesús orando al Padre? ¿Cómo me lo imagino, qué me provoca la imagen…? ¿Me asocio al discípulo y le digo: “Señor, ENSEÑAME a orar”? ¿Tengo la humildad de darme cuenta que tengo que purificar mi vida de oración? ¿Entiendo que a lo largo de la vida puede haber desvíos, malas acentuaciones o distorsiones en mi vida de oración? ¿Dejo que Jesús una y mil veces me ENSEÑE a orar? ¿Pido ayuda al Espíritu que el Señor nos promete para que venga a mi vida, a mi debilidad y me haga orar como es debido?

2. Insistencia, perseverancia, fidelidad al TIEMPO de oración

De alguna manera, la parábola del amigo insistente conecta con la primera lectura, con esta insistencia de Abraham, con este regateo de pedido a Dios. En una casa humilde de la Palestina de Jesús era muy complicado abrir a la noche. La mayoría de las viviendas eran de un solo ambiente y sin ventanas. De noche, se acostaba toda la familia en el centro y quedaba prácticamente trabada la puerta que, además podía ser de piedra para mayor seguridad. Ahí se entiende la dificultad del dueño de casa para abrir la puerta y la importancia de la insistencia de su amigo que termina ganando y consiguiendo su objetivo. La palabra insistencia nos habla hoy a nosotros de la perseverancia en la oración. Algo que cuesta mucho. Cuando hay experiencia sensible, o luego de un retiro que nos hizo mucho bien la perseverancia anda bien por un tiempo. Pero luego, muchas veces decaemos… Hay que ser perseverantes en la oración, esto se expresa en la práctica en la fidelidad al TIEMPO de oración. Tenemos que lograr, más allá de nuestras múltiples ocupaciones, cualquiera sea nuestra vocación específica, un ritmo y una positiva rutina de oración. Y ahí ser fieles al TIEMPO. Tengamos más o menos ganas. Sintamos más o menos. La oración se juega no en primer lugar en las reales o supuestas experiencias místicas, que el Señor puede dar o no cuando quiere y a quién quiere, sino en la fidelidad al TIEMPO de oración. Firmes y fieles al TIEMPO en el Sagrario, en la Misa, en la Lectio Divina, en el Rosario, en la meditación…

¿Qué implica para mí la parábola del amigo insistente? ¿Cuáles son mis formas habituales de oración? ¿Soy perseverante en la oración? ¿Soy fiel al TIEMPO de oración? ¿Tengo una suerte de “dieta” semanal en mi vida de oración? ¿Soy fiel al TIEMPO de oración o dependo de mis ganas, de mi estado de ánimo, de las ocupaciones o de las coyunturas del momento, etc.?

3. ¿Dios siempre ESCUCHA nuestra oración…?

El texto es categórico: pidan, busquen y llamen. Y se da garantía de que siempre habrá respuesta. Pero… ¿es realmente así? Seguro que más de una vez hemos pedido algo puntual al Señor y tal vez no se nos ha concedido. Si era algo malo era lógico que el Señor no lo conceda. Pero seguro que hemos pedido cosas buenas: sanación de un enfermo, trabajo para alguien que no lo tiene, unidad en una familia dividida, paz en la Patria y en el mundo… Dios siempre nos ESCUCHA, el Señor siempre ESCUCHA nuestra oración y siempre nos responde. Claro, no siempre con lo particular y concreto que hemos pedido. Siempre nos responde con el don y la presencia del Espíritu Santo que nos da las luces y fuerzas necesarias para vivir cada momento de nuestra vida. El regalo del Espíritu, como veíamos en el primer punto, nos hace orar como es debido en los momentos de gozo, de claridad de la fe, de esperanza confirmada. Y también nos hace orar como es debido en el momento de dolor, noche oscura, incertidumbre y dificultad. Nos da consuelo y discernimiento para vivir cada momento de nuestra existencia desde el encuentro con Dios. No tengamos miedo: ¡Dios siempre nos ESCUCHA!

¿Acepto lo que dice la Palabra: “pidan, busquen, llamen…”? ¿Soy consciente de que Dios siempre me ESCUCHA incluso cuando no me concede puntualmente lo que he pedido? ¿Cuál ha sido mi experiencia a lo largo de la vida de fe? ¿Dios siempre me ha concedido lo que le pedí? ¿Acepto desde la fe que Dios da lo que quiere, cuando quiere y a quién quiere? ¿Dejo que Dios sea realmente Dios…? ¿Recibo siempre con gusto al Espíritu Santo? ¿Dejo que el Espíritu sea mi Maestro Interior en la oración? ¿Lo descubro como la respuesta de Dios en las diversas situaciones de mi vida?

+Mons. Gabriel Mestre
Obispo de Mar del Plata
Argentina

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