Como cada año los fieles de la diócesis de Mar del Plata peregrinaron junto al Obispo al Calvario de la ciudad de Tandil. Provenientes de las distintas parroquias y organizados en micros o vehículos particulares, cientos de fieles participaron en primer término del Vía Crucis ante las imponentes imágenes de piedra que recrean las escenas de la pasión del Señor, y a continuación de la Santa Misa, que presidió el obispo, monseñor Ernesto Giobando sj.
En su homilía, el prelado tomó una piedra y deslizó “¿se anima alguien a tirar esta piedra? Quizás no, pero hay piedras más chicas que a veces tenemos en el bolsillo, tales como la agresión o el insulto que nos acostumbramos a tirarlas” y explicó “Jesús nos dice que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero ¿quién soy yo para condenar a alguien si todos tenemos pecados?”
Profundizando en el mensaje del Evangelio detalló “algunos pecados son graves como el de esta mujer adúltera, ya que es como una pérdida de lo esencial y lo esencial en el matrimonio es el amor: ese amor constante, paciente, que perdona.”
Y prosiguió “puede ser que nos estemos acostumbrando a agredirnos pero entre cristianos no puede ocurrir, sino que tenemos que acostumbrarnos a deponer la violencia, el insulto, el odio, para descubrir algo más profundo, que es lo que se fueron dando cuenta dice el Evangelio los acusadores de esta mujer empezando por los más ancianos, quizás quienes más conciencia tienen de que somos pecadores pero que estamos acá por la gracia de Dios.”
“Ese amor -continuó- que recordamos al subir esta loma del calvario, en la que alguno pudo haber hecho un atajo y evitarse cuatro estaciones pero siempre nos encontramos con la cruz, que no es un castigo, sino salvación.”
Seguidamente expresó que “es por eso que bendecimos la cruz, esa que llevamos colgada muchos de nosotros pero sobre todo la que llevamos atrás, en la espalda, que no la vemos pero sí la sentimos y es por eso que nos identificamos en cada estación con algo de nuestro propio itinerario interior.”
Finalmente se detuvo en la penúltima estación que muestra a la Virgen María recibiendo el cuerpo de su Hijo y aseveró “pienso en las mamás que lloran por sus hijos como María a quien le dijo Simeón que una espada le atravesaría su alma, que es lo que sienten muchas mamás y papás por sus hijos cuando tienen que sobrellevar la falta de trabajo, el consumo problemático o cualquier desesperanza en muchos de sus hijos.” “¡Pidamos que sean fuertes para no caer, que puedan estar de pie como María que acompañó a su Hijo en la cruz pero también se alegró con su resurrección!”, exclamó, y concluyó “sigamos caminando juntos, porque el sufrimiento compartido se alivia, y miremos a Jesús que también se dejó ayudar por el Cireneo, para cargar juntos la cruz y tirar al suelo las piedras de la violencia y la confrontación.”


