Bajo el lema “Tu Cruz renueva nuestra esperanza”, fieles de los distintos puntos de la diócesis de Mar del Plata, peregrinaron el domingo 17 al Calvario de la ciudad de Tandil.

Presididos por el administrador apostólico, monseñor Ernesto Giobando sj., centenares de fieles provenientes de las distintas comunidades participaron del rezo del Via Crucis, contemplando en cada estación las imponentes imágenes de piedra que recrean los momentos principales de la Pasión de Jesucristo.

A continuación, se celebró la Santa Misa, que fue concelebrada por el padre Juan Andrés Rosso, miembro del equipo organizador de esta Peregrinación Diocesana, entre otros presbíteros que viajaron especialmente para la ocasión.

En la homilía, monseñor Giobando compartió que es la primera vez que hace el Via Crucis en Tandil y dijo “doy gracias a Dios por haberlo podido hacer con varias de las comunidades de la diócesis acá presentes. Es un camino que te llega directamente al corazón. «

«No podés sinó mirar el corazón y mirar la realidad que nos rodea. Porque evidentemente Jesús ya padeció por nosotros pero al recordar su camino de la cruz, cada uno de nosotros pide la gracia de poder llevar la propia cruz, que no es ni más liviana ni más pesada que otras cruces: es la nuestra.” “La cruz de Jesús sí fue pesada porque Él cargó con los pecados de la humanidad.

No sé si podemos tomar dimensión de lo que significa un pecado ante el amor de Dios. Jesús al cargar con esa cruz cargó con nuestras vidas, cargó con todos los dolores de la humanidad. Y no es que queremos revolver la herida haciendo el Via Crucis: es un camino de oración y de purificación.

Al llegar aquí arriba y ver a Jesús en semejante cruz tenemos que detenernos delante de Él y decirle: ‘todo esto lo hiciste por mí, lo hiciste por nosotros’, agregó el prelado. Y continuó: “Si una muerte fue injusta fue la del Hijo de Dios. Hay también otras muertes injustas«

Pienso en la de los niños, la de los bebés, ¡qué difícil de entender! Pero cuando somos más adultos nos damos cuenta de que no somos inocentes y que algo del dolor de Jesús es por mí, es por nosotros. Y como cristianos nos tenemos que fortalecer en esa cruz, que para muchos es una locura, no se entiende, y para otros es un escándalo.

¿Cómo el Mesías, el Redentor del mundo, tiene que padecer tan crueles dolores? Pero nosotros, que somos hijos e hijas de Dios, sabemos que esa cruz es lo que tenemos que abrazar, especialmente en algunos momentos de la vida en los que no entendemos, o creemos que lo que nos pasa es injusto. Y ahí es donde la sabiduría de la cruz viene en nuestra ayuda. Porque sin esa sabiduría no estaríamos acá.

Estamos acá porque creemos, porque seguimos a Jesús, estamos acá porque queremos encontrarle el sentido en nuestra vida.

”Citando el versículo del Evangelio de Juan proclamado en esa Misa, que dice “les aseguro que si el grano de trigo que cae en tierra no muere queda solo, pero si muere produce fruto”, el prelado reflexionó “a veces no lo entendemos o no sabemos en qué momento de la vida llegará. Pero en algún momento de la vida llega la hora de caer en tierra y morir para poder multiplicarse.

Cuando uno sana una herida que me costó mucho, que me hizo caer en tierra, hay muchos más frutos. Dios te da mucho más aunque no lo entendiste cuando caíste en tierra.

No es fácil entender esto pero tenemos que pedir la sabiduría de la cruz”. Y prosiguió: “La otra enseñanza de Jesús en el Evangelio, la encontramos cuando dice: ‘Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: “Padre, líbrame de esta hora»? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!’ Es parecida a la de Jesús en el Monte de los Olivos.

¿Quién de nosotros no ha entrado alguna vez en el Monte de los Olivos? ¿Quién no ha dicho “que pase de mi este cáliz” pero que nos e haga mi voluntad sino la tuya? ¡A cuánto Getsemaní hemos tenido que entrar! Y hemos salido fortalecidos aunque no lo entendamos.”

También se refirió a un pasaje de la Carta a los Hebreos, que se proclamó como segunda lectura, que dice: “Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a Aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.”

Al respecto, el Administrador Apostólico comentó: “Jesús obedeció y esa obediencia podría parecer que es hasta cruel de parte de Dios Padre: ¿Cómo permite que su Hijo pase por semejante dolor? Es la pregunta que muchas veces se hace: ¿Cómo Dios permite que una persona sufra y pase por un dolor que es inentendible? En esa línea, se preguntó “¿Qué significa obedecer?” Y respondió “es una virtud que el Señor nos da para poder escuchar».

Obedecer es ob audire, es escuchar lo que Dios me dice a veces en lo inentendible de los hechos, pero que tengo que aprender a escuchar. Y a veces esa obediencia pasa por el sufrimiento, y ese sufrimiento pasa por la cruz, y ese sufrimiento pasa por el corazón de Dios, y ese sufrimiento cae en tierra y muere y da mucho fruto.

¡Qué difícil entender esto en este mundo en el que parece que la obediencia es una sumisión en la que perdemos nuestra libertad y perdemos nuestros derechos! Como cristianos tenemos que aprender a mirar nuestra vida con una mirada de fe: sin fe hay cosas que no se entienden.

La fe nos ayuda a tener esa esperanza, a poder superar todas las dificultades; nos enseña a llegar a la última estación y ahí esperar la Pascua de Resurrección”.

Concluyendo su homilía, afirmó que “estamos llamados a pequeñas resurrecciones cotidianas: cuando una persona puede superar una crisis después de haber sufrido, y puede recuperar otra vez la alegría y el entusiasmo, eso es una pequeña resurrección” y pidió esa gracia “en esta Semana Santa que se avecina en un país y un mundo que está muy difícil”.

Finalmente, dijo: “sabemos que hay mucha gente que la está pasando mal. Entonces pidamos para que toda esta pasión no sea inútil; que todo este sufrimiento no sea en vano.»

Si algo podemos remediar, hagamos nuestro aporte para que la gente sufra menos. Entonces seremos como el cireneo, cargando la cruz del que está oprimido y agobiado.”

“Que la Virgen nos de la gracia de la esperanza que ella tuvo. Pasó por el dolor pero sabía a quién tenía en sus brazos: tenía a la resurrección y a la vida.»

«Que ella nos ayude a tener ojos de esperanza aún en medio de las mayores dificultades” concluyó.