Una nutrida delegación diocesana realizó este domingo la tradicional peregrinación al santuario de la Virgen de Lujan para llevar a los pies de la Madre los pedidos e intenciones de toda la comunidad. Lo hicieron acompañados por el Administrador Diocesano, Pbro. Luis Albóniga que también rezó pidiendo al Señor “un obispo según el corazón de Jesús”.

Los peregrinos llevaron a la Virgen el agradecimiento por la noticia de la beatificación de quien fuera nuestro segundo obispo, el Cardenal Eduardo Pironio, “que nos llenó de alegría”. “Él ha sido y sigue siendo un profeta de esperanza. Esa esperanza que brota de la tensión de encuentro que animó su vida, que se nutrió en el encuentro con María de Luján y que lo hizo permanecer siempre al pie la cruz anhelando el encuentro con el Resucitado. Hoy pedimos su intercesión y le confiamos nuestra diócesis y al pastor que Dios nos regalará” dijo el P Luis el homilía.

Concelebraron junto al P. Luis los sacerdotes Daniel Climente, Tomas de la Riva y Juan Andres Rosso. La familia de Juan Manuel, sus padres y hermanos, participaron en el coro e interpretaron una canción compuesta especialmente para el Cardenal Pironio el agradecimiento por el milagro de la curación.

Homilía del P Luis Albóniga
 “Renovemos la tensión de encuentro”

El Evangelio de este domingo nos regala la parábola de las 10 jóvenes que esperaban al esposo. La celebración de las bodas en Israel incluía el momento en que el esposo iba a la casa de los padres de la esposa para llevarla consigo a la casa donde habitarían. Las jóvenes están esperando al esposo, es un momento de tensión, de vigilancia, de profunda expectativa. Nosotros hemos venido a la casa de la madre, y le traemos nuestras necesidades, nuestros anhelos, nuestros dolores. Podemos preguntarnos qué tensiona hoy nuestro corazón, qué esperamos, qué anhelamos.

La parábola de las 10 jóvenes es una parábola de “tensión” y para tiempos de tensión. ¿A qué tensión me refiero?  A la tensión de encuentro. ¿Qué tiene de particular la tensión de encuentro respecto a otras tensiones que se presentan en nuestra vida? Hay tensiones que sólo turban el corazón, que generan ansiedad y recargan el corazón generando angustia y sumando presión.

La tensión de encuentro, en cambio, está llamada a cargarse de esperanza. Es una tensión que espera a alguien, que gusta anticipadamente lo que está por venir. Es una tensión que sabe disfrutar del presente como propuesta de futuro y puede percibir el significado profundo de lo que está aconteciendo. La tensión de encuentro da sentido, abre horizontes.

Nosotros estamos acá porque experimentamos esa tensión de encuentro. Queríamos encontrar a nuestra madre, para descargar en ella nuestra vida, presentarle nuestras familias, nuestras necesidades. Pero ¿la tensión de encuentro termina aquí? O, por el contrario, en el encuentro con nuestra madre se reorienta la tensión de encuentro. Toda la vida de María es tensión de encuentro hacia Dios y esa tensión se volvió verdaderamente encuentro cuando Dios se hizo presente en su seno, en sus brazos en su vida.

Hoy renovamos la tensión de encuentro y aliviamos las otras tensiones. Hoy, con María, nuestra madre, entendemos que todo lo que esperamos es como un reflejo de la gran espera, la de Jesús, la del Señor. Le pedimos a nuestra madre que esperemos y busquemos el encuentro. El encuentro con nuestros familiares, el encuentro de hermanos en la Iglesia, el encuentro tan anhelado de todos los argentinos. Cuánta energía gastada en la tensión de la competencia, de la avidez deshonesta, del sálvese quien pueda, de la manipulación y la corrupción.

La parábola pone en evidencia dos modos de esperar y de vivir: la actitud tensionada por el encuentro y la actitud de quien agota su vida en el presente sin sentido de futuro. Las jóvenes que llenaron sus lámparas con el aceite representan a aquellos que encarnan la tensión de encuentro, porque esperan a alguien. En todas las pequeñas esperanzas y deseos de su vida late el deseo más grande del Amado, del Señor. En cada esperanza humana late la gran esperanza, la del amor que no puede ser arrebatado, la de la ternura que vence la violencia y la del perdón y la justicia que vencen al odio y la venganza.

Pero la parábola es realista y muestra que algunas jóvenes no estaban viviendo la tensión de encuentro. Esa tensión está representada por la previsión de llenar las lámparas con el aceite. Las jóvenes que no cargaron aceite habían perdido la tensión del encuentro. No vibraban sus corazones por la proximidad del esposo que llegaría en cualquier momento. Agotaban su vida en el presente, en el instante; el cansancio, el sueño, el desanimo, les hicieron bajar los brazos y quedar embotadas y dormidas. No pudieron mantener la tensión de encuentro, porque la tensión del momento les ganó el corazón y la vida. Y como la vida pasa… luego fue demasiado tarde.

Jesús nos dice que este es el momento, que hoy es necesario cargar nuestras lámparas y para eso hemos venido. Mateo nos mostrará más adelante en el evangelio que el aceite es una imagen de la caridad. En efecto, lo único que no se consume cuando se dona es el amor. Todo lo contrario, cuanto más se entrega, más se renueva, cuánto más se regala más crece y cuanto más ilumina y calienta más se recarga. ¿Cómo podemos recargar nuestros corazones con el aceite del amor? ¿Con quién concretamente? En el ámbito de la familia, de la comunidad y como ciudadanos.

Una hermosa imagen nos regala la historia de la virgen de Luján, el negro Manuel se encargó de cuidar la imagen. Él vivió de la tensión de encuentro y lo manifestaba cuidando que no se apagaran los cirios y que no faltara el aceite en la lámpara de nuestra madre. Y con ese aceite, el del amor y la compasión, ungía a los enfermos y a los que se acercaban abatidos y necesitados al encuentro de la madre.

El negro Manuel se vuelve un ejemplo luminoso para nosotros, para nuestra patria. Basta de las tensiones que abren más heridas, que siguen generando pobreza y desigualdad. ¡Sí a la tensión de encuentro con cada hermana y cada hermano! ¡Sí a los gestos que ungen con amor, con justicia, con verdad, con honestidad y servicio!

Hoy también nos encontramos con quien fuera nuestro segundo obispo, el Cardenal Eduardo Pironio, la noticia de su beatificación nos llenó de alegría. Él ha sido y sigue siendo un profeta de esperanza. Esa esperanza que brota de la tensión de encuentro que animó su vida, que se nutrió en el encuentro con María de Luján y que lo hizo permanecer siempre al pie la cruz anhelando el encuentro con el Resucitado. Hoy pedimos su intercesión y le confiamos nuestra diócesis y al pastor que Dios nos regalará. Así decía Pironio:

«Virgencita de Lujan, Madre nuestra y de todos los argentinos, Madre de los pobres y de los que sufren, Madre de mi sacerdocio» […] Señora de Luján: Tú sabes muchas cosas de mi vida que yo no puedo contar ahora. Tú sabes que mi propia vida es un milagro de tu intercesión privilegiada. Tú curaste a mi madre con el aceite que ardía ante tu lámpara. Tú sabes también que mis cincuenta años de sacerdocio fueron marcados ininterrumpidamente por tu presencia de Madre. Ya que lo sabes todo, te pido simplemente que lo presentes a tu Hijo y por tu Hijo al padre en la unidad del Espíritu. Amén

Con Pironio hemos encontrado a nuestra Madre, nuestro corazón es ungido con el óleo de su ternura y su alegría. Y ella, como Virgen prudente, nos anima a recargar nuestros corazones con el aceite de la esperanza, para vivir de la tensión de encuentro que, esperando a Jesús, el esposo, el amado; lo descubre, lo cuida y lo abraza en cada hermano.